Fotografía (Berny, Javi Cobo, Javi Galdón, Chechu y Pedro Nebot, un 18 de abril de 1993 en el estadio Olímpico de Roma)
No fue un 18 de abril cualquiera. Por lo menos en lo que a mí respectaba, personalmente no me quitaba de la cabeza cumplir el sueño de padecer en la Curva Sud y arropado por los ultras romanos el Roma-Lazio de la campaña 1992/93.
El ambiente del estadio Olímpico me había impresionado por las espectaculares imágenes que colgaban en sus emisiones en direrido Televisión Española o Canal +. Me resultaba indiferente cualquiera de los dos canales, y eso que mi viejo tenía vetado los contenidos de Jesús de Polanco salvo cuando el fútbol entraba en juego.
Por aquel entonces había recalado en la ciudad de València, Carlitos, hermano del líder histórico de los ultras españolistas que regentaba un establecimiento, ubicado a finales de la calle Sorní con Plaza de Zaragoza, especializado en la venta de indumentaria paramilitar. Tras su apertura, los viernes cambié la ruta de peregrinaje de los decadentes hippies del Parterre por Coyote.
En el local podías encontrar desde hebillas a fanzines pasando por cazadoras de aviador , camisetas, anillos, y botas entre otros enseres. Un sinfín de artículos que marcaron tendencia unos cuantos años entre las tribus más de moda de la ciudad.
Con Carlitos mantuve una sincera amistad, luego lógicamente con el paso de los años le perdí la pista. El fue quién me facilitó el contacto de un colega romano, seguidor de Oposta Faccione para facilitarme el acceso a la grada romana. No hubo suerte.
Faltaban unos días para cumplir la mayoría de edad, y viajé al país transalpino unos días antes del derby con los Hermanos Maristas. Era mi momento. Todo lo que había visto o conocía de los CUCS se alimentaba a través de fotografías, relatos, experiencias, vídeos, o reportajes de la revista Supertifo.
La tarde previa al partido teníamos previsto una visita guiada por el Vaticano, y con mis dotes de seducción convencí al grupo de compañeros de habitación, la mayoría militantes de la Fossa dei Lubos, para acudir al estadio. No hubo ningún amotinado. Ni motín alguno. Nos fugamos del hotel sin dejar rastro en la expedición.
Aquella falta nos costó como castigo ausentarnos esa noche de la cena acompañando al resto de excursionistas, además de ganarnos una severa reprimenda por saltarnos a la torera las normas del director.
A mí me la bufaba todo, solo quería tifar y experimentar en el mundo ultra. Hoy no cambiaría cinco minutos en la Capilla Sixtina por noventa minutos en la grada……..