Mi padre era inequívocamente rojo

Aquellas palabras salieron de la hija de Max Aub ante la mirada de José María Aznar. Sí, sí de Aznar que presidiría el acto de constitución de la Fundación del escritor. 

Mi padre fue radicalmente lo opuesto. Azul. No cambió jamás de bando, de esposa, de equipo. Representó a esa derecha culta, cristiana, regionalista y antimonárquica, que hablaba el valenciano en la intimidad y nunca perdonó que su lengua, la vernácula, fuera hablada en los pueblos. El valenciano itinerante arribaba a los arrabales del Cap i Casal en tartanas. 

En la biblioteca paterna además de estar representada toda la obra del escritor del régimen, Vizcaíno Casas, encontré obras de Fuster y Estellés entre otras. Mi viejo nunca las escondió. Ni se escabulló de ellas, ni de la obra del País Valenciano del escritor de Sueca ubicada en lo más alto de las maderas de roble de la biblio de la salita.

De mi viejo he heredado su cabello y el fervor por la lectura. Hoy no hubiera aceptado que el Consell tumbara el Any de Vicente Andrés Estellés. Me siento enojado. No decepcionado. 

Me venien a la mente unas palabras de un amigo rojo que se dedica al teatro:  

-¿Tú crees que el director de Cannes va a invitar al Conseller de Cultura de la Generalitat al festival ?.-

-Le respondí ¡No lo veo!  

-Acabé bromeando- ¡Ni creo que Meriton, lo invite al Palco Vip de Mestalla!-

La cultura no está reñida con la ideología. Ni el deporte suda ideología alguna. He sido educado en literatura castellana. He leído poco de Estellés. Una obra sobre València y algo de poesía. Res mes.

Pese a todo, creo que es un escritor universal de esos de la patria chica de cada uno, March y él, son los poetas por excelencia del Mediterráneo azul. 

Tras el rechazo de la autoridad competente a celebrar su año, necesito rendirle mi pequeño homenaje con un artículo que escribí en el pasado. 

“ EL ASALTO A FONTANA ROSA POR VICENTE ANDRÉS ESTELLÉS

17/8/2019 VALÈNCIA. En uno de mis múltiples desplazamientos, en día de asueto, al Mercado de la Pulga, el rastro de València ubicado en la plaza Luis Casanova a espaldas de la xicoteta grada del viejo Mestalla me zafé con un buen lote de viejos papeles. 

En aquel desordenado fardo de amarillentos y polvorientos documentos respiraba una resma de artículos de periódicos escritos en los años setenta, entre ellos, uno de gran valor y alto interés por el «asalto perpetrado» por Vicent Andrés Estellés al destierro y morada personal del ilustre valenciano Vicente Blasco Ibáñez. Lugar de destino: Mentón. Parada final: Fontana Rosa. Objetivo: descubrir el paradisíaco jardín de los novelistas. 

Me unen dos particulares intereses al poeta de Burjassot, el del sentimiento y devoción por la lectura de filosofía casera y el vicio nicotínico. Si sientes curiosidad por descubrir lugares recónditos, no tienes más que recurrir al abrazo de un estante y hurgar en los estantes de la biblioteca. Blasco escribió que un «hombre amigo de la lectura no necesita moverse para conocer países».

El escrito de Estellés resumía su viaje realizado a tierras francesas un 24 de agosto de 1973. Fecha propicia en el calendario para los grandes traslados. El autor relataba sus deseos, curiosidades e intereses escritos con la punzante pulcritud que le caracterizaba en una emotiva crónica por el camino de la nostalgia. 

Vinculado emocionalmente al escritor de Arroz y Tartana, sentía admiración por el político republicano. Herencia recibida por el testamento literario de su abuelo, que apenas conoció, tras la donación en su niñez de las obras de Blasco. 

Había viajado a Francia casi en expreso para dicha empresa. Se sentía emocionado. Describía su relación con el escritor entre un llanto de lágrimas. Al llegar a la Villa, en la metálica puerta de entrada de color verde que daba acceso al recinto, estaban rotuladas las iniciales B e I. 

En lo alto de otra verja, en el centro, la figura de un busto de Balzac de mayor volumen que las de Cervantes o Dickens, decoradas a base de la clásica policromía azulejera de la localidad de Manises junto al nombre de la villa: Fontana Rosa.

Estellés, en su corta estancia se envolvió en un mar de silencio. La soledad arreciaba a una Villa destartalada y sucia. Encarado a la puerta, sin timbre, golpeó con insistencia sin obtener respuesta. Con la ayuda del servicial taxista que le trasportó al universo Blasco accedió a la residencia. 

Le abrumaba conectar con el jardín de los novelistas. Un paraíso donde el escritor valenciano pasaba horas y horas. Aburría al tiempo. El jardín le hablaba al político valenciano, como relataba en el capítulo uno de la Vuelta al Mundo de un Novelista

En forma de glorieta, el jardín levantado por un nutrido laberinto de túneles formado por rosales, repleto de cipreses y habitado por pájaros de todas las especies, el oasis natural, lugar preferido por Blasco para meditar. Estellés necesitaba bañarse en el bosque de los novelistas.

En el interior de la residencia de Blasco, el poeta seguía su visita guiada acompañado de su chófer particular. Recorrió el lugar de cabo a rabo, nervioso, respiraba, fumando, deambulaba por el exterior de la Villa pisoteando la hojarasca mixta de maderas y hierros. 

La residencia estaba totalmente abandonada. No podía entender el triste final de las dos propiedades de un novelista, que duro a duro, había hecho tal fortuna escribiendo novelas de sol a sol. El chalet de la Malvarrosa y Fontana Rosa tuvieron prácticamente el mismo final que el brillante escritor, valenciano universal, enterrado en una modesta lápida del cementerio. 

A la salida del recinto sintió como si regresara de un angustioso entierro. La visita por la galería del novelista había finalizado. Regresaba a casa de su particular viaje de la memoria. 

Gracias a Estellés también he cumplido mi austero pero placentero desplazamiento veraniego sin exiliarme de las cuatro paredes de casa, me asaltaba la curiosidad de recorrer el interior de Estellés en Fontana Rosa. Siempre nos quedará Estellés. 

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2 comentario sobre «Mi padre era inequívocamente rojo»
  1. En estos momentos no se puede opinar de política, sería causa de discusión, lo que debemos hacer es unirnos todo el pueblo en conjunt, luchar por nuestros derechos, libertades como hizo el pueblo del Salvador.

  2. La cultura no tiene ideología, pero en tiempos de la polarización absoluta de todo, de la incultura, en el que se han eliminado por completo las escalas de grises, todo solo puede ser o blanco o negro, pues ocurren estas cosas, y el problema es que a la gente le da igual, empezando por que solo un pequeñísimo porcentaje de personas, sabrán quién es este poeta, el resto ni lo conocen ni lo han escuchado en su vida, ni en sus colegios.

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