Los mercaderes de València, no de Venecia

No se trata de dar a conocer una ópera prima de William Shakespeare, ni tampoco de fraguar, cinco siglos después, una adaptación a dicho trabajo literario del escritor inglés. Menos aún se va a convertir en una representación teatral. 

Se trata de razonar hacia dónde pedalea la ciudad de València, descrubiendo prácticamente todas las cartas al poker del turismo, asunto que empieza a ser histérico, cansino y nocivo. 

Usted fíjese por donde pedalea el nuevo gobierno autonómico y/o municipal (aquel que sacaba pecho en período de electoral proclamando a viento y marea que lideraría la cruzada contra la subida de impuestos), y a la primera de cambio nos la metía con calzador en la factura del agua, asumiendo los ciudadanos el coste de una deuda histórica. 

Por aclarar aquella cartita que recibimos, una mañana me personaba en las oficinas situadas en Reino de València, explicándome un administrativo de la empresa mixta que se trataba de una tasa ajena al impuesto del agua. 

La Generalitat ejercía el cobro a través de esta entidad, en varias letras, porque así se aseguraba que nadie dejaría de pagar los recibos de un bien tan esencial. En resumidas cuentas, un chantaje. 

También fue este partido en la CV, quien endosaría en la factura de agua el impuesto del reciclaje. Una tasa cobrada bajo el paraguas de la marca Tamer. Pagamos por hacerles el trabajo de reciclar. 

Por último, y aunque fuera el gobierno socialista al final de los años ochenta el que desarrollaría la ORA en València, sí, ese impuesto que usted paga doble, (si lo acaba utilizando), ya lo hace sobradamente en el impuesto anual de circulación, encontrándose a una Alianza Popular crítica con el proyecto. 

Años después, con Rita Barberá al mando del Cap i Casal impulsaría la ORA no sólo en la zona centro, origen del proyecto, sino también alcanzando los barrios periféricos de la ciudad. La ORA vendría para quedarse. 

Este es el gobierno que abandera bajar o reducir la presión fiscal ciudadana para los que vivimos la metrópoli, y por el contrario se niega a aplicar la famosa tasa turística a los que la visitan. 

Y para colmo, empiezo a leer, que el Molt Honorable de la Generalitat se plantea retocar Manises, teniendo aún el Parque Central paralizado, es normal que la corbata se le quede corta. El gobierno le viene grande.

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