Siempre he creído que los miles de libros de Blasco que organizan la mayoría de estanterías de los hogares dando vida al Cap i Casal son equiparables a las figuritas de Lladró o las plantas. Cumplen su misma función. Decorar.
La literatura de aquel portentoso y hábil escritor, que achuchaba a la pluma sin desmayo, desde el atalaya de su chalet con vistas a la Malvarrosa no han dejado huella. El franquismo, los fusterianos y la derecha monárquica valenciana se encagaron de “fusilarlo”.
Hace dos días con la visita del rey a las zonas afectadas, (ojo de no todos los españoles hay que aclarlo, yo soy uno de ellos que no salí a darle la bienvenida). Mi padre siendo votante de las derechas más reaccionarias de los ochenta se encargó de protegerme antes las “bondades” de las monarquías.
Le estaré eternamente agradecido a sus viejas enseñanzas, partiendo de que éramos polos opuestos en entender el mundo y la política.
Nunca he aceptado la servidumbre, y jamás rendiré pletesia ni al rey, ni a dios, ni al Papa, solo a la familia, amigos y resto de personas facilitando que la vida sea más agradecida.
He esperado dos días con mucha atención, para analizar cómo los mercaderes de la información se armaban de valor desmontando la ética y el rigor con que se debe tratar a la información, limpiando de barro la repulsa de los indignados a la visita.
Las reverencias son para todos los voluntarios que humildemente no han cesado de ayudar, y nada más que ayudar desde el primer día. La foto para el recuerdo de las marchas sobre los puentes abre una puerta a la esperanza en volver a creer en la sociedad civil. Ellos limpiando el barro de las callles. Los otros desde sus despachos limpiando la imagen del rey. «El patriotismo es poder comer y dar de comer a tus hijos«.