Ayuso no cae bien, y últimamente con sus declaraciones coquetea con la chabacaneria. Óscar Puente, el ministro vallisoletano menos, roza la pedantería y viste unos calcetines horrorosos. Y de Catalá poco puedo decir, no la conozco personalmente, pero si sé, que si se diera la ocasión pondría condiciones, un café y poco más, sin derecho a réplica y el encuentro en el Mercado de Colón.
El relato del viaje no es interespacial. Es territorial. Me bastó con apretarme los sábados tarde un bote de nocilla y pan de molde, todos los episodios de aquella magnífica serie de los visitantes. Siempre quise encarnar el personaje de Mike Donovan.
Subo al tren en Joaquín Sorolla y bajo en Atocha. No coincido en el trayecto con el día de la celebración de la disparada en Madrid, es más, acabo de escuchar en Radio Nacional de España, que un juez se va a pronunciar en unas horas sobre si es viable el disparo de la ocurrencia.
Sobre el asunto, oigo decir a un viajero en clase turista y en plan de guasa, que alguna en un futuro quiere escapar en un cohete lunar a Madrid. Giro la cabeza por tal perla. Pienso que tal décima la propina un asesor socialista, y no es así, es una voz interior después de pegarme una cabezadita mientras espero los auriculares. No me vuelvo al Cap i Casal sin el blister regalo de RENFE.
Me viene a la mente una pintadita sobre una pared, no voy a decir de quién (buen amigo) poco afortunada, cuando el equipo de Mestalla fichó a Benítez, “Rafa el Valencia no es un trampolín para fichar por el Madriz ”, el artista callejero se lució. Brillante.
La estancia en la Villa es corta. Los taxistas te ponen al día con alguna experiencia vivida en Calpe, Gandia o Cullera. No recuerdo muchos de mis visitas. He hecho demasiados largos a la capital como forastero. En vez de fondas, uno mora en un Nh. Son otros tiempos. Me gusta más el comedor del restaurante Gaztelupe que ir al Santiago Bernabéu. Mi frágil memoria abre una ventana y escupe el último, una presentación de un libro, comer huevos fritos en Casa Lucio y no probar la sandía de postre.
A la vuelta subo al tren. Imagino que viaja alguien importante. Vuelvo a enchufar la radio. Escucho que el ministro le ha pegado un zasca a la alcaldesa de València, (ojo ya fue de Torrent, ahora de València y a lo mejor se suma a la de Madrid), en referencia a la eliminación de los carriles bici.
El ministro da coces. O tiene poca memoria. 0 es un potro desbocado. Hace poco tiempo rebautizó la ampliación del Puerto junto la plana mayor del gobierno local. Yo le recuerdo que hay que salvar el planeta del abuso del gasoil, pero también las playas de València de los motores de los barcos. Todo muy lógico, lo de criticar la eliminación de carriles bici, será por lo mucho que los ha pedaleado.
Me levanto de la siesta. Sigo en casa, y no doy crédito que he viajado a través de las ondas más rápido que el propio AVE en el vagón de Radio Nacional de España. A unos le gusta la fruta, a mí la radio.