Si años atrás (1995), en el Santiago Bernabéu, y frente al Deportivo rechazamos utilizar la megafonia del Fondo Sur, gracias a la gentileza y amabilidad de José Luis Ochaita, en esta ocasión no me correspondía a mí hablar al megáfono y que el resto escuchara, el peso de la animación pasaría por la garganta y los pulmones de Rafa Lahuerta, que horas antes de partir la caravana rumbo a la capital hispalense cayó del desplazamiento.
La victoria de Sevilla en 1999 fue mi primer trofeo con uso de razón. La final de la generación del Kronen. Rozando el delirio, alcancé el éxtasis, y superé con creces, siendo rival de los de la M-30, el miedo escénico a dirigir la batuta de la soberana orquesta valencianista, que aborrataba con ilusión y esperanza en la gradería del estadio de La Cartuja la victoria ante el pupas.
Con el “Pobre Miguel” o sin él, bailamos a los rojiblancos sacándolos de la pista. Enfrente teníamos a la poderosa y ruidosa afición del Manzanares y al temido Frente Atlético.
De regreso a la capital de Turia, y ante tanta euforia desmedida alguien propuso la brillante idea, que posiblemente saldría de la espuma de una lata caducada de Cruzcampo, asaltar el césped de Mestalla para inmortalizar tal gesta. Así fue… Nosotros lo hicimos.