Foto: Tocolección
A finales de los ochenta (1989), no recuerdo la fecha con exactitud en el calendario del mes en que empecé a escribirme o cartearme con ultras nacionales.
La internalización vendría un par de años después con el apartado “mercatifo” del magazine de los tifosi italianos que adquiría en el Kiosco Moderno ubicado en un cantón de la Plaza del Ayuntamiento que había dejado de ser propiedad de la familia.
El Moderno era el único punto de venta en la ciudad de València que distribuía la revista Supertifo y se adquiría sin suscripción.
A lo sumo recibían un par de ejemplares. Nunca quise abonarme por miedo o temor a que mis padres me recriminaran el carácter subersivo de la información tifosa y organizada.
De la revista Don Balón rasqué algún contacto. Esporádico, pero principalmente la amplia libreta de contactos se constituyó gracias al apartado blanco y negro del “cambio-compro-vendo” de los fanzines “Ultras” e “Hinchas”.
Me entusiasmaba recibir en la conserjería de la demonizada, avenida José Antonio, sobres con material. Era muy joven, apenas contaba con catorce años y coleccionaba fotomontajes, adeshivos y fanzines entre otros enseres.
La metamorfosis fue rápida tras dejar atrás la chaqueta de cuero por la bomber, fruto de la moda underground que se desplegaba en todas las calles de las capitales y ciudades europeas.
Para ser más preciso fue en un verano que me desplacé a la ciudad de Porstmouth a jugar a fútbol, recalando posteriormente en Carnaby Street. Tampoco fallaría a la icónica cita con la Kodak rodeado de los punks callejeros que por dos libras se retrataban contigo.
Mis primeras Doctor Martens, camisetas y vinilos de los Guns N’ Roses los conseguí en una destartalada y variopinta tienda de Londres.
Ese verano sustituí a mis compañeros del rock and roll por los amigos de la grada, y las visitas a Distrito “10”, Jardines del Real o Woody se doblaron por las tardes en el Luis Casanova o en el extinto pabellón social situado en la avenida Aragón.
Un año después de la fundación de la Peña Lubos (1990) ya contábamos con un amplio repertorio de material de venta. A 20 metros del colegio se situaba Gráficas Genovés. Con ellos trabajamos mucho el apartado de las pegatinas y los carnets del grupo.
Embrutecido, de la calle Salamanca brotaron los primeros diseños. Éramos insignificantes, diminutos, pero la perseverancia y creer en ello nos hizo envalentonarnos para flotar en algo superficial que dominaba nuestros impulsos más primitivos.
Empecé a profesionalizarme en un espejismo ficitio con una llusión que desbordada por conocer y atraer gente a la causa, y fruto de ese empecinamiento acabé arrinconándome y librando mi primer pedido de material por contrareembolso a Gijón. Al grupo Ultra Boys.
En concreto fue a un apartado de correos que siempre o casi siempre respondía con celeridad las cartas y los pedidos cursados.
De mi extensa correspondencia que mantuve aquellos años, les compré todo o casi todo lo disponible en el catálogo. Destacaban por su originalidad predominando un gran sentido del humor.
Con Gijón la correspondencia fue especial por el alto aprendizaje en la materia convirtiéndome en un gijonudo más…
(Extracto de La vieja general)