La música del Gol Gran bailaba en los radiocasetes de los valencianos

(Foto: Ramón Izquierdo)

Nos sumamos a la moda de la grabación como el resto de grupos españoles, ehándole imaginación para seleccionar entre muchos jóvenes de la grada unos cuantos tenores con un mínimo de dotes musicales.

La acústica era muy importante en nuestras vidas, talón de aquiles de un Mestalla que de uvas a peras retumbaba los noventa minutos.

Encontrar un estudio de grabación era misión imposible por el alto coste del proyecto. No podíamos costearlo con el presupuesto anual, y nos tocó tirar de la agenda de contactos.

Así fue. Por aquel entonces el gerente Galdón mantenía un gemelaggio con Meléndez un exantiguo compañero de la escuela. Albert era un maestro de la composición y nos tocó recurrir a sus conocimientos en materia de composición musical.

Fueron muchas las tardes de pruebas que durante los meses de febrero, marzo y abril, grabamos en el estudio «Abracadabra«, instalado en casa, creo recordar de su abuela.

Entre pandorinos, donuts y botellas de 2 litros de una bebida imperialista, merienda de los abstemios, los borrachines no nos saltamos el clásico menú de las noches del fútbol de los noventa, conformándonos con un par de whoppers, patatas fritas grasientas y latas de cerveza.

Doce canciones de un amplio repertorio, “Animeu, animeu que el mon s’acaba” vería la luz por primera y única vez la primavera del año 96, gracias a los ocho colgados que colaboramos en el lp.

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