El aterrizaje en Manises del jugador búlgaro Penev en octubre de 1989, el haber colgado las botas dejando atrás la estética kiss de chaqueta de cuero con cremalleras, y apartado de la vista los vinilos y el sonido del tocadiscos hizo aventurarme en fundar una peña de fútbol.
La empresa fue una tarea fácil en sus orígenes. Contaba con la “experiencia” de la militancia en Força Ché la temporada del ascenso, y con el apoyo incodicional de un grupo de amigos del colegio para llevar a cabo tal aventura.
Con catorce años y con el respaldo de Javier Galdón y Carlos Martínez, fundamos el grupo con una bicéfala sede social, repartida entre las calles Salamanca 45 (Maristas) y Ciscar (Recreativos Holiday), fuente de reclutamiento.
Nos costaría poco, debido a que intentábamos imitar a nuestros correligionarios y vecinos de fondo, la peña Yomus, un colectivo emergente entre los jóvenes más radicales de la capital y del área metropolitana.
A los primitivos comienzos hay que sumarle la vital y desesperada correspondencia mantenida con ultras nacionales e internacionales. Personalmente, la ciudad de Gijón fue una fuente de inspiración.
Con un amplio catálogo de material manufacturado en la escuela del Mareo, disfrutábamos con cada paquete que recibíamos de manos del cartero proveniente del Molinón.
En pocos meses nos esmeramos, fruto de la edad y del entusiasmo en crear y desarrollar la marca Lubo’s con apóstrofe. Gráficas Genovés y Sudeco fueron los artífices en imprimir diseños y creaciones cuando nos lo podíamos permitir.
No sería hasta cuatro después, un 23-F del 1993, en el restaurante Nácar el reconocimiento oficial por parte del Valencia CF y de la Agrupación de Peñas.