La desafección de los valencianos a los vicentinos

Si hoy recorriera en plan reportero de Caiga quien caiga, no lo voy a hacer, y eso que cuento con traje oscuro y gafas, las principales arterias del Cap i Casal y/o centros comerciales, con micro en mano y preguntando al populacho, 

-¿Qué celebramos hoy?-

-No sé si llegaría a conseguir alcanzar el resultado de un 10% de los encuestados con la respuesta encaminada. Hilada. Acertada-. 

Sí la segunda de la reválida fuera, 

-¿Cuénteme algo del tal Vicente?- 

-Me pondría a llorar de rabia e impotencia por el desconocimiento o la ignorancia palpable en el ambiente-. 

Parece que parte del vencindario de la ciudad solo responda al conocimiento de la Verge, el Himno Regional o la Senyera durante el período vacacional de la semana fallera, y a la postre del 9 d’Octubre u otras fiestas de guardar.- 

Incluso tengo conocidos y amigos que no distinguen un Vicent del otro. No saben nada de ellos. Ni de sus cruces. Ni de sus supuestos milagros. Ni de sus hazañas. Ni de su historia. Nada de nada. 

En cambio, el nombre de Vicente ocupa en el ranking español el puesto sesenta y ocho. Eso quiere decir que perdura de generación en generación por los siglos de los siglos, ¡Amén!  

Vicente es un nombre de santo, de retórica litúrgicamente hablando. Es un nombre relevante, señalado y de goleada, València, supera con creces el número de abonados al resto de municipios españoles. 

Los valencianos somos muy vicentinos, y las vicentas forman parte del organigrama de muchos hogares que recorren las aguas del Mediterráneo. 

Respecto a la tradición de seguir manteniendo en el tiempo la onomástica de Vicente en muchas de las familias valencianas sólo hay un pero. 

Según la estadística “ En promedio las personas con el nombre de Vicente en España tienen 55 años, lo cual implica una diferencia de 13 años respecto a la edad promedio en España que es de 42 años”. 

Cada calendario que pasa, en los días señalados como el 22-E, o el lunes de San Vicent, la desafección del pueblo valenciano hacia sus dos patrones es cada vez mayor. 

Se celebra con mayor intensidad o vitalidad la noche de la estupidez humana, Halloween, que el día dels miracles. Dichos festivos han dejado de ser imporantes para prácticamente toda la sociedad valenciana que cada vez apunta al multiculturalismo o laicismo. 

El día de hoy sirve para muchos para ir a las playas, al chalet, consumir en centros comerciales, practicar deporte entre otras nuevas costumbres que sustituyen a los rituales religiosos. 

Mi contribución a la jornada festiva de hoy seguirá siendo la misma de siempre, trabajar y acercarme, sí el tiempo lo permite a uno de los altares vicentinos, y por supuesto felicitar a todos los amigos y amigas vicentes-as de la agenda, costumbre que heredé de mi vieja ¡Ay Carmela!.

PD: Por cierto, ni la propia iglesia ha sabido concretarme ni explicarme a qué Vicente debo felicitar en el día hoy o 22-E. Lo hago a mi manera, felicitando los nacidos en el período de fechas comprendidas entre ambas celebraciones. Mi decisión. Cosas mías. Hoy es tú santo

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Un comentario sobre «La desafección de los valencianos a los vicentinos»
  1. Claramente se nota que quien manda son los centros comerciales, las campañas publicitarias, etc . Únelo a la globalización en sentido negativo , la homogeneidad en la cultura imperante (con paella) y otros factores que van sumándose.
    Seas o no creyente, es una leyenda, sangrienta, pero leyenda.
    ¡Y para qué hablar de Les Rondalles de Enric Valor!.
    Es una pena que la valencianía solo sea una franja azul, y no una defensa de idioma, costumbres, cultura.

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