Odiar no entraba en la hoja de ruta del ideario del Gol Gran, basado en el respeto a todas las aficiones que actuaran en calidad de visitante. Nadie se libraría de la hospitalidad blanquinegra del gol sur.
Ni la hinchada del Hércules recibiéndola cordialmente con globos gigantes de helio formando una señera, y con una pancarta descomunal recomendando un llibre per al Nadal, «Alacant Blues», de Mariano Sánchez.
Durante el juego la mordaz melodia de «El partido del milenio se juega hoy aquí, el Hércules no viene hasta el año tres mil», cántico que rivalizaría con los radicales alicantinos.
En proceso de reconversión muchos jóvenes aceptamos desradicalizarnos en la pila de bautismo del verano del 94, abandonando el disfraz de paramilitar, y dejando de ver a los rambos de la grada como héroes de la sociedad. Algunos nos refugiamos en la literatura del momento, la aportación de Ray Loriga con «Héroes» facilitaría algo el largo camino.
La mayoría de miembros de la grada central vivimos la «Batalla de València» de los años ochenta de refilón. Otros en su primera adolescencia.
El diario Las Provincias que dirigía la terrible, temible y casina pluma de Maria Consuelo Reyna no salía del bucle anticatalanista. Treinta años después sigo sin salir de mi asombro ¿Era necesario? ¿Sirvió para algo?
Incluso alguna asociación juvenil de la patria valenciana se atrevió por carta a cuestionar nuestro valencianismo, al utilizar el lenguaje académico en pancartas y boletines. Inaudito.