En 1978, el periodista José María García culpabilizó a los directivos de los clubes de fútbol, por las “almohadillas” lanzadas al colectivo arbitral, como medida de distracción ante sus propias aficiones por los malos resultados cosechados en el trayecto final de la temporada.
Era la tónica o dictado oficial a seguir de una hoja de ruta que evitaba realizar un ejercicio de autocrítica por la mala gestión deportiva y económica. Lo bautizó como “arbitrofia”, el veneno de las masas.
¡Linchad al árbitro! el grito de guerra que parte de las gargantas de los hinchas encolerizados, es azuzado por los directivos que lo quieren convertir en una cortina de humo que cubra su mala gestión, en un diabólico juego de verdad-mentira.
Se disputaba en el Ramón de Carranza el Cádiz-Salamanca a principios del mes de abril de 1978. El colegiado designado para dicho encuentro fue el señor Acebal Pezón, natural de Gijón y funcionario municipal de profesión que sería agredido brutalmente al finalizar el choque. El árbitro pudo alcanzar el túnel de vestuarios y evitar a la marabunta de fanáticos que incluso lanzaron piedras al trío arbitral durante el lance del juego.
José María García en un alarde en defensa del juego limpio en el fútbol hacia la siguiente reflexión, «a lo largo de toda la semana se les había calentado para promocionar su explosión a las primeras de cambio.»
Severo y de extrema gravedad fue el parte médico que causó dicha agresión al colegiado, generándole una disritmia cerebral, que provocaría 48 horas después su ingreso en el hospital con carácter de urgencia ante su mal estado físico.
«Premeditación, parcialismo, robo descarado», arengas que pesaban sobre los jueces del silbato, enrabietando a los seguidores que impartían su propia justicia.