¡Harto de los terminators en los comercios valencianos!

 

Cada vez se pone más difícil encontrarle una pizca de gracia a la vida, y desde luego, que si no la complicas llega a ser aburrida. A mí me lo parece, créanme, en estos momentos del calendario, personalmente, solo se salva hablar silenciosamente a las plantas, interactuar con los animales, algunos ratos familiares y/o chuflarte 4 o 5 quintos con los pocos amigos que quedaron en el camino.

Sin ir más lejos, escribir puntualmente suma y tiene algo bueno, novelas tu vida como si de un folletín de los de antes se tratara. Vivimos tiempos en que el mercado decide el destino de tu vida, y el consumo acapara el resto de tú tiempo. Por desgracia es así. Somos víctimas de las manecillas del reloj. Nos venden vivir pisando el embrague constantemente.

Párense por un momento a reflexionar, ojo, si les queda tiempo y lugar lo que intento explicar. El otro día, momentos antes del desmembarco total de los segundos residentes en el pueblo costero de al lado de donde resido, el supermercado que frecuento con asiduidad había instalado cajas automáticas de pago. 

Venía conduciendo con el depósito justo de petróleo, y me vi obligado a hacer un alto en el camino en una de esas gasolineras que el ser humano ha dejado de ser presencial, sin antes, haber comido con lo que resta de un amigo en un restaurante periférico que la bebida nos la había servido un R2-D2 

No daba crédito a lo que veía, era real y no eran japoneses, familias valencianas fotografíaban con sus móviles a ese pequeño y perfecto robot que cumplía a la perfección las labores de camarero. 

Tengo que recalcar que la tarde anterior, acompañando al hijo de un amigo a un restaurante de comida rápida, el encargado de dicho local nos explicaba amablemente que la comanda la debíamos realizar a una máquina y el pedido lo recogeríamos en el mostrador. 

Para rematar la faena, en apenas 48 horas, una de las trabajadoras del supermercado de alimentación, me recomendaba para mayor agilidad abonar la factura de la compra en una de esas cajas automáticas recientemente instaladas. Le dije que no lo haría, dándole las oportunas gracias. Prefería soportar la soporifera cola, presentarme en la caja humana y abonar el ticket en efectivo. 

Una trabajadora que sorpredentemente, era lunes,  hacia el siguiente comentario a la clienta que tenía delante, y que Maruja me sale ayer con lo de, ¿os hacen trabajar hoy domingo? en el momento que dicha clienta pagaba en caja, date prisa bonica que estoy esperando un paquete de Amazon y tengo que ir a la Iglesia.

Nos vamos a la mierda. 

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