(Extracto de La vieja general, capítulo el fútbol fue inventado para estar de pie)
He de reconocer que una vez jubilado de la grada, años después, acabaría alternando con mi viejo la tribuna de Mestalla y el Palco Vip del Nou Estadi del Llevant. Acudía en calidad de acompañante. Mi madre lo exigía por una cuestión de edad y salud de mi padre. En casa no querían que mi viejo caminara solo.
He de admitir que no rechacé la propuesta. Nunca tuve ningún reparo, ni vergüenza, ni miedo de acudir al campo del eterno rival, rivalidad por cierto descafeinada por las enormes diferencias deportivas entre ambos equipos.
Eran los últimos años de vida de mi padre y quería compartir con él, ese tiempo perdido que no le pude corresponder en la adolescencia. Nadie me reconocería salvo el responsable policial, Manolo Castilla, que el primer día que pisé la alfombra roja, en el reservado, se llevó una grata sorpresa al verme.
Con Manolo mantuve una relación cordial, al igual que con los anteriores responsables, el señor Tomás y Davó. Tras las explicaciones pertinentes fui un asiduo. Yo, que tanto había críticado en el pasado el postín, y la falsa brillantina de las butacas de porcelana era uno más de los allí presentes.
Todo esto que relato es a toro pasado, porque nunca comprendí como se permitía el consumo de bebidas alcohólicas, si la ley lo prohibía. La discriminación con el resto del pobladores de Mestalla era notable.
Durante los descansos en Mestalla, en plan irónico, la grada hacía crítica a este apartheid social, que en el momento del regreso a sus localidades de las autoridades VIP, la grada respondía en voz alta con ¡En el palco vip hay mucho borrachín!
Coro que hacía sacar unas cuantas carcajadas y aplausos a los del caliqueño y la regaliz. Aquella potente partitura fue santo y seña de una generación que se ganó el respeto de medios por la originalidad de sus canciones…