La identidad de un pueblo no se basa en la fe ni en conquistas militares. Es una religión ficitia. La esencia de una sociedad se forja a través de los hechos diarios de los ciudadanos que forman parte de un territorio. Por ello, el Cap i Casal debe mostrar sus dos caras, la del final del Imperio y la del posterior alzamiento del cristianismo.
Amenábar lo retrató muy bien en Ágora. Y en ese lugar dónde nacimos, vivimos y nos volvimos a levantar se encuentra a poco metros la prisión de Vicent el Mártir.