foto: (Javier Galdón, Rafael Lahuerta y Pedro Nebot sentados en la valla de la general sur un 9-5-1998)
Había cumplido veintrés años tres días antes de la clausura a la vieja general. Jugábamos un nueve de mayo de 1998 contra el Sporting de Gijón. La obligatoriedad impuesta por la UEFA para la reconversión en asientos de las localidades de pie, puso el final a un insuperable ciclo de respaldo incondicional al Valencia.
Doloroso, no siendo conscientes, las generales desaparecían de Mestalla, y el fútbol se mercantilizaba un escalón más. Los blancos paravalanchas forjados en hierro se jubilaban, y su destino la prensa de la chatarrería.
Algunos pensamos que sería difícil, no imposible, mantener los niveles de presión ambiental, del brillante colorido y de la espectacularidad de las primeras temporadas del asentamiento.
Finalmente lo aceptamos con paciencia y resignación. El club nos facilitó hasta un elevador para auparnos al buñuelo de obra, que tanto el presidente Roig, como la alcaldesa Barberá se empeñaron en crear para el viejo Mestalla un estadio de Champions.
Hoy nos aferramos a él como oro en paño. Nadie se lamenta. Nadie se quiere marchar. El derribo no es la solución. Las cuatro temporadas de la acampada Gol Gran pasaban a la historia.
La dantesca escena de ondear al vent, bien distribuidas, docenas de banderas multicolor manufacturadas por la familia Molina se limitaría en el futuro. Las más de 150 ocurrentes y divertidas pancartas de apoyo no lucirían en lo alto del Gol Gran y la acción de tifar se vería reducida a cenizas.
Finalizado el encuentro, en el tiempo de espera que permanecíamos en la grada para recoger todo el material destinado a la animación no pude contener unas lágrimas, invitando a Galdón y Lahuerta a inmortalizar el recuerdo de aquella emotiva despedida de una época que pasará a la memoria colectiva de toda una generación.