(Foto: Mayo del 2001 camino de San Siro. De izquierda a derecha, Carlos, Paco Gisbert, Pedro Nebot, Ángel y sección Godian)
A San Siro fletamos dos autobuses pese a los éxitos deportivos cosechados en los últimos años, y estar en la cresta del fútbol europeo debido a un imperativo legal por la limitación de las entradas.
Durante la travesía fui compañero de truc del reportero y escritor Paco Gisbert. Días después narró el eros de las casi veinte horas de carretera para la Cartelera Turia.
Gol Gran se encontraba parado y dividido. La grada necesitaba una inyección de gasolina. Un relevo que pasó a manos de la segunda generación capitaneada por Chema y su equipo.
Nos limitábamos a animar incondicionalmente desde el azúcat sur que no nos permitía crecer en número de abonados. En contra veríamos reducida la espectacularidad de antaño en esa ubicación. El antitifo. A favor, la presión ambiental fue de mayor sonoridad que en la vieja general o el Gol Gran alto.
Para la final de Champions frente al Bayer de Múnich hubo entradas para quienes se las merecieron. Las gestioné con mucha discreción directamente con el club.
Fueron días de muchos rifirrafes, bofetadas en la cara y de correveideles realizando su trabajo. Apenas pude dormir aquellas noches en las que levantamos un campamento en Comidas Castillo en la calle Finlandia.
¿Éramos merecedores de dichos visados deportivos por simplemente animar?,
Resumiendo, sin darnos cuenta acabó siendo un chantaje en toda regla a la entidad, y una puñalada trapera al restos de socios, que degeneraría en un debate interno en el seno de la organización si aceptarlas o no. Unos a favor. Otros en contra.
Cualquier éxito que disputara el Valencia, el reparto de entradas fue un problema para la afición. Sufrí cuatro de ellas… (continuará)