(Extracto del capítulo doce de La vieja general)
Pesaba sobre mi estado de ánimo una piedra de kriptonita. No quería seguir siendo ningún héroe. Nunca lo he sido. Marvel nunca me entusiasmó. Lo veía para raritos. El relevo generacional había aterrizado en la grada del fondo sur a las puertas de que las generales dejaran de ser de pie.
Txema lo acabó liderando. Un buen tipo. Sin capa. Mental y físicamente no daba el porte del ultra clásico español, más bien de un hincha con cabeza y sentido común que entendió sin muchas clases las viejas teorías de la grada Gol Gran. Administró bien los bienes, el patrimonio y los recursos financieros de la nueva grada.
Ese relevo nos permitió a los veteranos crecer un poco más. Madurar y convertirnos en adultos jugando a ser empresarios de la comunicación juvenil.
Nos globalizamos en un momento que el campesinado francés reventaba los restaurantes americanos de hamburguesas. El transgénico había venido para quedarse en nuestras vidas.
Queríamos construir algo diferente a Superhincha, ser alternativa a ellos, a la prensa escrita que monopolizaba el tifo español capitaneado por los dos principales grupos de Madrid. Un tercera vía a los ya polarizados, Ultras y antiultras. Así nació El Jugador Nº12…
En su origen, la revista la constituimos varios compañeros y yo. El núcleo duro del consejo editorial fue principalmente de origen valenciano, desde donde la dirigíamos, y el resto de compañeros de Barcelona, Madrid y Zaragoza.
En el acta fundacional firmaron Ramón Izquierdo, Javier Galdón, J, Alfredo López, Manolo (alias Yoga) y Pedro Nebot. A ellos se sumarían una importante red de colaboradores externos.
La salida al mercado de «El Jugador n°12» no sentó nada bien en Madrid, sobretodo en algunos de los accionistas de la revista Superhincha…