Apenas contaba con dieciséis años de edad cuando en un fanzine subersivo de la época, leí la existencia del Kasal Popular de València. Yo estaba en el otro del lado del río y cruzar el Pont de la Trinitat llevaba su tiempo y una buena dosis de respeto. Era un joven adoslescente que lucía unas Dr. Martens y una cazadora de aviador.
La chaqueta de cuero con cremalleras y la música pesada pasaban a un segundo plano, disfrutando de otras prioridades. Me había embrutecido fruto de la edad y de una adolescencia revuelta. Aquella indumentaria o vestimenta, moda pasajera, era sospechosa de caminar con ella pudiéndote costar unos cuantos sopapos.
La València de los Seven Eleven o peep shows contaba con la presencia en sus calles de sus bandas juveniles o tribus urbanas. Se acaba una época. Se transformaban los garitos. Las tiendas de discos bajaban las persianas, y los videoclubs cerraban. El revelado desaparecía. La etapa Indie lo estropearía todo, y yo, era un especie de Plissken el serpiente, héroe de una película (muy mala, muy mala) que encarnaba el actor Kurt Russell en “Rescate en New York”
La directora de Las Provincias agitaba cada mañana a sus lectores criminalizando la okupación, ésta, al menos fue por principios, erróneos, Ana Rosa Quintana por negocios.
En aquel momento me despertaba curiosidad lo de dar vida a edificios abandonados. La okupación trataba de dar una respuesta fuera del sistema a la incipiente especulación inmobiliaria. Los okupas, no molestaban pese al ruido, sus malas pintas o faltas de decoro.
Estos proscritos rehabilitaban los escombros convirtiéndolos en vivivendas comunes. Con su presencia expulsaban los posibles focos de droga. Los toxicómanos se desplazarían a otros lugares. Eran entre comillas bien vistos en los barrios de casi todas las ciudades, principalmente Barcelona, capital española de la okupación.
Este relato no es un alegato en favor de la okupación, es intentar explicar y diferenciar a la okupación, con k, del allanamiento de morada o del impago de la renta. La vivienda es un grave problema ante un empobrecimiento de la sociedad española en plena ebullición del apartamento turístico, fruto de la temida desaparición de la economía de la clase media.
Vivimos un largo tiempo de especulación del miedo generado por la bubucela de la morosidad y la necesidad, que solo acaba favoreciendo a las compañías de seguridad en complicidad con las tecnológicas.
No seamos víctimas de las malas praxis de la publicidad de la mal llamada antiocupación con c. Si lo fuera, ¿Qué es inmoral?, ¿Ocupar una vivienda o edificio abandonado?, o por el contrario, ¿Cobrar seiscientos euros por una habitación y un cuarto de baño compartido ?…
Continuará…
El precio del alquiler de una vivienda supera la mitad del salario de un trabajador común. Osea que el trabajo de papá ya no da para mantener a una familia.
Si Usted posee una vivienda vacía, o dos o más: es Usted una mala persona. Lo sabe. La buena noticia es que puede cambiar, puede Usted confiar en alguien y dejarle prosperar en su propiedad infrautilizada. Cóbrele menos de una tercera parte del salario mínimo y podrá salir adelante. Si, en cambio, cree Usted que tenemos que conservar las cosas y no a las personas nos hace daño a todos. Si a las personas que son estúpidas, sucias, torpes y desordenadas no les dejamos opciones de vivir dignamente nos van a agredir. Todo lo hacemos por amor pero hay que poner interés. Cada desalojo una ocupación.