Obsesionarse en exceso con algo es nocivo para la salud, sobretodo para la mental. A mí me ocurriría a principios de la década de los noventa. Recorrería casi a diario, kioscos, librerías y tiendas underground de València, Madrid y Barcelona en busca de algún tesoro “literario” que alimentara un poco más el conocimiento sobre el mundo ultra. Doctorarse en algo tan estúpido fue tal error que destruyó parte de mi virginal adolescencia.
El material escaseaba, salvo algunas tesis doctorales de alguna socióloga (Teresa Adán), o reportajes sensacionalistas publicados en diarios y revistas deportivas (Don Balón, Marca y As), fueron los pocos apuntes que uno fue encontrándose por un camino provisto de piedras.
El mercado negro del fanzine era más prolijo. Casi todos los grupos o tribus urbanas editaban los días de partido un formato de diario con noticias del caserío. Repeler la lengua de Shakespeare, o no prestarle la atención oportuna fue otra cagada pese a estudiarlo en la educación primaria y secundaria. Nunca he sido bueno ni para los idiomas ni para las finanzas, un inútil para lo primero, y un desastre en lo segundo. Lo he ido corrigiendo con el paso de los inviernos.
Pero poco a poco el interés general sobre la vida y las peripecias de los ultras fue creciendo en la sociedad. La editorial Anagrama publicaría en España la brillante novela del periodista norteamericano Bill Bulford “Entre los vándalos”, una inmersión en las entrañas del fenómeno hooligan del Reino Unido durante un viaje por los ochenta.
Supertifo sería durante muchas temporadas mi principal cabecera. El génesis. El éxtasis, la biblia de un joven sobre un aprendizaje primitivo, que el “director” y amigo doriano Fabio Bruno (Vita da Ultra’) lo catapultaría a la categoría de profesión periodística.
E incluso el séptimo arte, plasmaría en las salas de cine, (Ultra’) el relato personal no muy taquillero de un príncipe seguidor de la Roma. Yo me tendría que conformar con la cinta en VHS, gracias al “Tarantino” del barrio que la trajó al videoclub que solía frecuentar. Después llovería mucho más.
