El once de julio de 1968 se disputó en el Santiago Bernabéu, con la presencia del jefe del Estado en el palco de las autoridades, sin duda la final más polémica jugada entre ambos rivales desde 1936 hasta la actualidad.
El Barcelona se hacía con el trofeo tras una victoria al Real Madrid por un gol a cero. Se puede considerar dada la magnitud del encuentro (hoy calificado absurdamente como clásico) la final más mediática que se conoce.
Bautizada con el sobrenombre de “La final de las botellas”, los actos antideportivos recogidos a través de las crónicas fueron extensas eclipsando al propio deporte.
Años más tarde en una entrevista concedida al colegiado del encuentro, Antonio Rigo, para el diario As, el árbitro se refería a tal efeméride con estas declaraciones, “La final de las botellas me hizo ser antimadridista”.
El ambiente vivido en la copa del Generalísimo generó una vasta lluvia de meteoritos de cristal y plástico, un lanzamiento de todo tipo de botellas que procedía de la gradas, ante la atónita mirada de Francisco Franco cubriendo con un tapiz el césped del estadio.
No habiendo tregua ni en la propia entrega del trofeo, la lluvia de objetos no cesaría. Aquella arenga irracional de patriotismo de club, escupida por miles de hinchas daba forma a lo que años más tarde acuñamos con el término de gamberrismo deportivo.
El Nodo arrojaba la conducta de los aficionados en su habitual noticiero con cierto temor “Unos cuántos energúmenos arrojan botellas al campo. Si las cosas siguen así, habrá que poner rejas “
Las cenizas de las noticias posteriores al choque, recogían profundos análisis con duras críticas a la respuesta de un público encolerizado en aquella noche de verano.
La Vanguardia aperturaba con este titular. “Lo que no es lógico que ésta misma mañana, todavía se han recogido botellas en el verde, y un poco magullado césped del Santiago Bernabéu.”