Respeto mucho la tradición y decisión de celebrar Sant Antoni del Porquet, porque si algo he aprendido en esta vida es a respetar. En casa convivo desde hace tres años con Robin y Pyra, dos perros especiales rescatados de la barbarie e insolidaridad humana. Robin es un bretón. Pyra una mastín cruce con golden. Adoptados.
En alguna ocasión he escrito, y hoy, lo vuelvo a ratificar que me agrada pasar más de mi escaso tiempo con ellos que con humanos. Crescendo. Nunca los he llevado a bendecir. Me parece una chorrada como una catedral. Preferiría que la Iglesia destinara parte de pasar el cepillo a sus feligreses a crear una obra animal. Sería más justo. Más humano en vez de sacrificarlos.
En casa, salvo mi viejo, apenas ha habido tradición en sumarse a la supuesta fiesta nacional del arte de la tauromaquia. La invisibilidad ha estado permanentemente visible, eso sí, mi padre se papeaba por las tardes todas las ferias televisivas habidas y por haber.
Tampoco he sido de los de emborracharme y salir corriendo delante de una vaquilla. Preferí untarme la piel de mercromina por los golpes y patadas recibidas al jugar al fútbol. No me encontrarán en una plaza de toros, salvo para escuchar un mítin político, que lo dudo, o en el caso de acudir a un concierto de música, que también lo pongo en duda porque las aglomeraciones no viajan conmigo.
Vivir rodeado de animales es una verdadera bendición. En el campo ayudo a mi casera (ella es la verdadera alma mater) en cuidar y alimentar diariamente a más de 10 felinos. Todos son bienvenidos. Los okupas y los naturales. A Amparo siempre le digo que la vida se lo devolverá con creces por su generosidad con los animales.
Tras esta breve exposición ¡ojo no me declaro animalista! ni vivo de las etiquetas, pero sí intento cada día disfrutar en plena armonía con la naturaleza. Y voy dando pasos, cada vez más agigantados en reducir al mínimo de mi dieta el consumo de la carne o los productos de origen animal.
Dicho proceso es costoso porque nos destetaron de una sociedad carnívora. Muchos son los motivos en mi falta de apetito carnal, pero el principal, el respeto hacia ellos, y creciendo últimamente otro más, al descubir la desagradable noticia del aumento del cáncer de colon en menores de cincuenta años, enfermedad contraída, según los científicos, por el alto consumo de carne procesada.
Si le ganamos la batalla a la nicotina, también podremos hacerlo al consumo de animales muertos. En resumen, menos inteligencia artificial y más inteligencia sobre el animal. Sacrificarse por los animales es lo justo.