No todo fue fútbol. También animamos en el pabellón Marcol al equipo que sponsorizaba la discoteca Woody. Fue un profesor de la escuela quién nos incitó a ello siendo pioneros en la ciudad, y en el conjunto de la geografía española.
El fútbol sala, un deporte minoritario aupado a través de las ondas sin mucho éxito por el locutor de radio José María García en aquella España que se acostaba tarde y madrugaba temprano.
Algunos noctámbulos fuimos más allá enganchándonos después de «Supergarcía en la hora cero» al programa de Carlos Pomares. A la mañana siguiente, ocho en punto, estábamos en la clase de dibujo técnico armados de la escuadra y el cartabón.
Los partidos se disputaban los viernes tarde en el desaparecido multiusos, desplazándonos en el autobús de línea armados de banderas y pancartas.
Recuerdo que se tuvo que suspender el derby frente al equipo de más tradición y solera de la ciudad, Distrito “10”, porque se nos ocurriría caldear el ambiente de un desangelado pabellón, con la disparatada idea de encender una docena de bengalas marítimas antes de comenzar el partido.
Aquella hazaña generaría un vendaval de humo en un espacio cerrado además de contar con poca ventilación obstaculizando la práctica y desarrollo del fútbol sobre la cancha del Marcol.