Estúpidamente seguí creyendo en el absurdo, que los más veteranos de la grada bautizaron como movimiento ultra. Rozaba la mayoría de edad pensando que en un futuro no muy lejano podría vivir de dicha profesión.
Para no perder el hilo con los compañeros de la escuela fundé Lubos, y ante tal empresa no perdería el contacto, no impidiendo alejarme del espíritu de Salamanca 45.
En «Camp de Mestalla» iría trabajando otras amistades no tan sanas pero necesarias para ir creciendo entre los malotes, propio de una frágil personalidad.
El año de la Olimpiadas de Barcelona (1992) fue de gran liderazgo aprovechechando mi visibilidad metí la cabecita en el recién creado proyecto editorial Super hincha.
Los ultras se mercantilizaban funcionado como empresas dando paso a altos presupuestos.
Francisco Marzal fue el contacto para establecer lazos de amistad con David Corredor y Francisco Magán, líderes de «Ultra Sur» y «Frente Atlético» respectivamente y socios fundadores de la revista.
En los principios de «Super hincha», la distribución no se realizaría a través de librerías, sino a través de colaboradores locales que venderíamos el magazine los días de partido.
Yo fui cada mes, el responsable de hacer llegar las lecturas del tifo español en el fondo norte de Mestalla una vez que «Paco Levante» las recibía en València.
Fueron pocos los ejemplares, ya que el arcaico sistema de distribución mejoraría en poco meses aterrizando en los mostradores de los kioscos de prensa de toda España.
Finalizado el trabajo renovaría mi contrato con el consejo editorial y empezaría a escribir. Recuerdo mi primera entrevista que realicé a Manolo el del Bombo. Meses después vendrían más artículos, «las manibanderas», ‘los ultras húngaros» etc… convirtiéndome en un reportero profesional.