Rechazar la homofobia fue una de las victorias de la grada no cayendo en la complicidad de la broma absurda. Sustituimos el insulto por el lenguaje.
Si regresáramos al futuro, ni Michael J. Fox nos hubiera creído, porque todavía los españoles convivíamos en la era de las televisiones rebosantes de humor casposo.
El público reía los chistes rancios de humoristas baratos. El amarillismo vendía más que la propia Coca-Cola. No se salvaba ni Eugenio, sin duda el mejor humorista que ha dado este país.
En ese aspecto se controló bien la lírica del impulso cerril del burdo cántico al fino jugador del Real Madrid. Tampoco podíamos contener a las ovejas descarriladas, neutralizando desde el micro el insulto para no contagiar al resto del público.
Apenas habían pasado cuatro años de dejar de escuhar en Mestalla el cántico racista de «negro cabrón recoge el algodón.»
Sacar a pasear la socorraneria por la gradería de fondo sur de la general, formaba parte del espíritu y carácter del pueblo valenciano y del seguidor valencianista.
Ni los árbitros españoles se libraron de los recaditos del Gol Gran. Una de las melodías más populares y frescas fue la de “Manolín el del banco eres un chorizo más, Manolín el del banco te pareces a Roldán «o el clásico ¡Burro, Burro! que todo Mestalla rebuznaba al compás de los pañuelos blancos.
Desterrar el «Puta Barca, puta Cataluña» fue otro cantar. Nos costó más, aunque nos ayudaría en algo el antimadridismo del presidente Roig, Antena 3 televisión y que Pedja Mijatovic firmara por el equipo de la meseta. Catalunya pasaría a un segundo plano.